21.9.07

Botánica urbana


En mis paseos y trotes por la ciudad atrae mi vista todo lo que crece por el amor y la fuerza y pujanza de la naturaleza. En primer lugar, los árboles que sobreviven milagrosamente, a pesar de la ignorancia, el desdén y el maltrato de los habitantes y autoridades de la ciudad. Luego, las plantas en macetas y jardineras, olvidadas y polvorientas en algún rincón ennegrecido, o entre la basura, al fondo de un pozo de ventilación, o en un balcón de altura imposible. Y finalmente, todas esas gramíneas y plantitas silvestres, comúnmente llamadas maleza, que crecen en el interés de nadie en espacios ínfimos y condiciones irrisorias, donde el cemento y concreto luce grietas y fisuras, o acaso en terrenos secos y duros como piedra. Y uno se pregunta, de dónde…, cómo…, qué…? Todas estas plantas me inspiran una ternura sin nombre y acrecientan la maravilla ante la creación incesante.




Ahora, no todas las plantas son ignoradas y algunas hasta son sembradas y cuidadas con recelo, antes que nada por los vigilantes, esos hombres pobres contratados por los ricos que pasan entre 8 y 10 horas apostados en esquinas o arrimados a los muros de las mansiones que les toca vigilar. Conozco al menos tres que se han creado sus jardincitos. Uno de ellos, en macetas tiradas por su patrona. El otro ha sembrado maíz, habas y ají en una franja del jardín seco de la casa vecina que está abandonada (y seguramente próxima a ser demolida y hacerle espacio a un edificio horrendo, otro más).




Y el tercero ha creado un verdadero jardín botánico en una esquina trunca, al pie de un muro de ladrillos. Este último hasta considera las plantitas que emergen de las grietas en el asfalto y les echa su agüita. Cuando vio que estaba tomándoles foto, se me acercó y yo pensé, conforme a la paranoia que uno desarrolla en esta ciudad, claro, ahora viene a decirme que señorita, está prohibido tomar fotos, pero no, empezó a hablar de esas plantitas y cómo él las iba viendo emerger y crecer de la nada, y también que a veces venía una señora muy bien vestida (y que yo inmediatamente visualicé como una vieja pituca) y arrancaba con furia esas “excreciones de la naturaleza” que crecen sin control, desordenadamente y como les da la gana – algo que para la señora era simplemente intolerable a su vista y entendimiento.


















3 comentarios:

Julio Cesar dijo...

hey me gusto mucho el objetivo del blog, ta bueno, saludos

lo que a veces hago

Ogalam dijo...

Lo exótico de lo cotidiano. De esas plantas la verdad no me había fijado, pero aca, en la capital de los imecas, hay muchas así. ¿No será que vivimos muy cerca pero no lo sabemos?
Saludos

claudia lüthi dijo...

A la vuelta de la esquina, hermano.